Los principios operativos de una arquitectura sostenible tienen un carácter social, es decir, que la población sea un factor activo, económico, que sea circular y verde, y medioambiental.
Para actuar de manera sostenible, el impacto del ser humano no debe sobrepasar la capacidad de carga natural, así como la velocidad de regeneración. Paralelamente, los recursos no renovables deben ser compensados con recursos renovables, hasta que estos últimos los sustituyan. También se debe tener el cuenta la emisión de gases a la atmósfera, la cual no debe exceder la capacidad de absorción de los receptores.
Por eso, resulta imprescindible realizar un análisis del ciclo de vida de cada objeto a producir, determinando así el impacto ambiental de un bien desde su elaboración hasta su desmantelamiento, incluyendo los edificios, los cuales deben ser analizados desde la extracción de materia, hasta su mantenimiento.
En el proceso debe considerarse la huella ecológica, o la cantidad de territorio necesaria para generar recursos biológicos consumibles, así como la absorción de residuos que una actividad necesita y produce.
Podemos así observar las características de un edificio sano, ya que estos al final resultan nuestra ‘tercera piel’.
Debe tenerse en cuenta la elección de colores, así como de materiales, determinando proporciones agradables. Todo esto con el fin de evitar el cada vez más popularizado sick building syndrome, donde se llegan a síntomas crónicos de enfermedad dados factores biológicos, químicos, físicos, psicológicos, etc.
Podemos proseguir mencionando la importancia del análisis de emplazamiento en la sostenibilidad de un edificio, ya que factores varios podrán determinar un caldeamiento adecuado de la vivienda, así como la ventilación, el evitar los escapes de radón del terreno, entre otras cosas.
Cabría renombrar la orientación de los edificios, la cual ya era conocida por los árabes, como se puede observar en el posicionamiento de las alquerías.
Pero más recientemente tenemos la bioarquitectura, la cual tiene relación con la vida del ser humano, así como reducir el impacto en las personas y en el medio ambiente.
Esta se centra en la reducción del consumo energético, así como un uso flexible, funcional y a largo plazo de la arquitectura, respetando el territorio.
Por otro lado, la arquitectura bioclimática hace predominar las condiciones climáticas y ambientales, planteando soluciones coconstructivas a nivel de invernaderos en fachadas, muros que tapan el sol de este a oeste, cubiertas vegetales, materailes reciclados, naturales, técnicas no nocivas, etc.